domingo, 31 de agosto de 2008

Frío suelo.

"Acuestate, tienes que descansar." Palabras que retumban en mi cabeza. Decido hacerte caso, pero ¿para qué? Sabes tan bien como yo que no voy a conseguir pegar ojo ésta noche. Vuelven esas cosas que jure una y mil veces que no volverían. Pienso en que es exactamente lo que estoy haciendo mal para que esto no se acabe. ¿Todo? No, algo tengo que hacer bien joder. ¡Ah si! Ya lo tengo. ¿Sabes qué es lo único que hago bien? Llorar. Ha debido de pasar una hora desde que decidiste meterte en la cama. Piensas: ¿Ves? Te dije que no podria dormir. Enciendes la pequeña lamparita que hay al lado de tu cama y te incorporas. Empieza en la punta de los pies, sube por tus muslos, recorre la costilla izquierda para acabar finalmente en tu cabeza. Es otra vez ese maldito escalofrío que te estremece. Pones los pies en el suelo. Puedes sentir el frío, pero te da igual, no tienes fuerzas ni para ponerte los calcetines verdes que te encantan para andar por casa. Vas al baño, te miras en el espejo. ¿Qué ves? ¿Que qué veo? Nada, solo fachada. Vuelves a repetirmelo, ¿qué ves? Me veo a mi, sola. Más frágil que nunca, más indefensa y débil de lo que jamás habráa podido imaginar. Puedo oir el grito desgarrador que nace en mi interior. Nadie puede oirlo excepto yo. Yo te escucho decir que no tengo derecho a pensar y a decir esas cosas sobre mi. Oigo como me gritas que tu has estado ahí desde siempre, mucho antes de que las cosas se empezaran a torcer. Continuas gritandome, y una lágrima asoma por el lagrimal de mi ojo derecho. Déjalo ya, por favor. Sigues gritandome que no, que no vas a parar hasta ver que se asoma una bonita sonrisa en mi cara. Me dices que soy fuerte, pero yo ya no me lo creo. Son cosas que me han dicho tantas veces, que ya es una rutina. Te grito que no, que no tienes razón, que no puedes esperar que todo el mundo te haga caso, y eso te duele.Te oigo llorar en mi interior, se que estas sufriendo, y eso no me gusta. No me gusta ver sufrir a nadie, pero menos a ti, que formas parte de mi cuerpo, y también de mi historia. Comienzo a sollozar pidiendote perdón, puedo sentir como te vas calmando, hasta que por fin llega la calma. Ésta conversación me ha dejado agotada. Vuelvo a la cama. Parece que el suelo esta menos frio que hace 10 minutos. Apago la luz y ¿sabes qué? En cuestion de segundos me quedo dormida.